lunes, 31 de marzo de 2008








Agustí Centelles: El Capa catalán



Agustí Centelles fue uno de los precursores del fotoperiodismo documental en nuestro país. Es conocido con el sobrenombre de Robert Capa catalán. Muchos han establecido este paralelismo entre ambos autores que mantienen un punto en común: el marcado interés por retratar la Guerra Civil Española, convirtiéndose así en auténticos pioneros del reportaje fotográfico moderno.

Introdujo el uso de la cámara Leica (la primera cámara compacta de 35mm) en nuestro país, la cual obtuvo por 900 pesetas pagada a plazos. Sería en 1934 cuando empezaría sus trabajos en importantes periódicos como la Vanguardia o l’Opinió. Dos años más tarde y en 1936, con el inicio de la Guerra Civil Española se lanzaría a fotografiar el conflicto en las calles de Barcelona y más tarde, sería destinado a al frente de Aragón con las milicias del ejército republicano. Los rojos utilizarían muchas de sus fotografías en sus carteles propagandísticos.

En 1939, Centelles marcharía al exilio en Francia y con hechos muy paralelos a los que le ocurrieron a Robert Capa, sólo podría salvar una parte de sus fotografías: cinco mil negativos que puso en una maleta y que llevó consigo durante su paso por los campos de concentración franceses. El resto de archivos serían requisados por las autoridades franquistas e irían a parar al archivo de Salamanca.

Durante su paso por los campos de concentración franceses, Centelles empezaría a trabajar en un laboratorio gracias a su acreditación como periodista. Diversas circunstancias le obligaron a volver a España, donde no quiso llevar todas las fotografías que hasta entonces habían viajado con él. Pensó que éstas podían comprometer a las personas que aparecían en ellas, en un momento tan delicado marcado por la persecución y ejecución de los miembros del bando republicano en España, durante los años posteriores a la guerra.

En la etapa franquista, marcada por la censura, Agustí Centelles sólo pudo dedicarse a la fotografía industrial y fue cuando empezó a hacer anuncios para empresas como Chupa Chups o Anís del Mono. Con la llegada de la democracia, su trabajo sería publicado y reconocido públicamente.
Este es un breve paso por los hechos biográficos que marcaron la obra de Centelles. Una obra llena de acción que escapaba de la estética predominante el reportaje gráfico de hasta entonces. “A mí esto no me gustaba. Yo sentía la necesidad de reflejar una cosa más viva", decía el propio Agustí Centelles. Esto es lo que lo acercaría al género del reportaje fotográfico desarrollado en Europa durante esta misma época. Es aquí donde nace ese estrecho lazo común con Robert Capa, que también adoptó la cámara Leica para captar imágenes repletas de realidad y dinamismo.

viernes, 28 de marzo de 2008





Fotoperiodismo de guerra: una mirada hacia la fotografía de Robert Capa


El pasado mes de enero de 2008 la actualidad informativa nos sorprendía con la aparición en México de acerca de 3.000 fotografías de la Guerra Civil Española hechas por Robert Capa (Ver foto 1). El fotógrafo las dejó en París tras huir de la invasión nazi en 1939 y en 1940, los negativos caerían en manos del general mexicano Francisco Javier Aguilar González. Setenta años después, gracias a la cineasta Tirsha Ziff, han sido encontradas las tres cajas repletas de fotografías, que el mismo Robert Capa daba por extraviadas antes de morir. Actualmente este valioso archivo histórico se encuentra en el Centro Internacional de Fotografía de Midtown Manhattan, que fue fundado por el hermano de Capa.

A través del objetivo de Robert Capa (Hungría 1913- Vietnam 1954) –que responde al nombre real de Ernest Andrei Friedman- hoy podemos ver lo cruenta que llegó a ser la Guerra Civil Española. No es un fotógrafo artístico. Pero siempre mantuvo una técnica profesional, buscando buenas composiciones en cada una de sus fotografías. Su objetivo máximo no fue realzar lo estético. Trabajaba en la inmediatez, buscando momentos fugaces e irrepetibles que Capa supo captar en escenarios tan sanguinarios y arriesgados como los de una guerra. Puso en peligro su vida en numerosas ocasiones, pero nunca quiso renunciar a explicar los hechos que estaban acaeciendo en su época. Si tus fotografías no son lo suficientemente buenas es por que no estás lo suficientemente cerca, decía Capa. La obsesión por retratar de cerca escenas de alto riesgo sería lo que en 1954 acabaría con su vida al pisar una mina mientras se encontraba en Vietnam.

A pesar de su tarea como fotodocumentalista en que trabajaría bajo la presión de captar un instante muy concreto dentro de la sucesión de diversos hechos, y en escenarios rápidos, donde la acción estaba presente, utilizó recursos como el barrido (Ver foto 2: una mujer y un perro huyendo de los bombardeos de Barcelona, en 1939) y contrapicados para exaltar las figuras (Ver foto 3, Israel, 1950). Sus fotografías de guerra estarían marcadas por su movilidad, y su capacidad de deslizarse para crear en sus instantáneas diversos efectos y puntos de vista.
Retrataría la cruel realidad de la muerte presente en el frente de lucha entre los republicanos y los nacionales con gran precisión. En este tipo de fotografías habría un movimiento nulo, todo permanecía estático: cuerpos de combatientes ya muertos, tirados en el suelo. Y sería así hasta la aparición de Muerte de un Miliciano (Ver foto 4: disparo), una de las fotografías de Capa captada en 1936 y que ha dado la vuelta al mundo, siendo cuestionada su veracidad. En esta fotografía aparece el instante preciso en que el miliciano está a punto de caer al suelo tras ser disparado. La dificultad de toma de la fotografía es lo que ha llevado a cuestionar si es real o se trata de un simple montaje de Capa. Lo cierto es que en 1996 se pudo reconocer la identidad del sujeto presente en la fotografía: se trataba de Federico Borrell García, un republicano de Alcoy que murió luchando en el Frente. Diversos estudios científicos estipularon durante años que por la postura de los músculos del miliciano, era muy difícil que fuera real. Otras investigaciones cuentan que la foto fue tomada durante la mañana del 5 de septiembre de 1936, como un acto premonitorio del que Capa quedó marcado, dado que según esta teoría, el miliciano murió disparado la tarde de ese mismo día.

Lo que resulta incuestionable es que Robert Capa fue de los primeros fotoperiodistas. Un hombre temerario, que supo contar con precisión y realismo, las historias que marcaron su época. En esos tiempos, marcados por determinadas circunstancias políticas, no se pudieron sacar a la luz muchas de sus fotografías. Unas fotografías que hoy, afortunadamente, podemos contemplar no tan sólo con una mirada artística, sino también con una perspectiva de meros testigos de nuestro pasado.

lunes, 10 de marzo de 2008







Graciela Iturbide habla de la muerte con sus Ojos para volar

El pasado 7 de marzo la mexicana Graciela Iturbide (DF, 1942) fue elegida como ganadora del Premio Internacional de Fotografía 2008, dotado con 500 mil coronas suecas y una medalla de oro.

Su obra fotográfica se concreta por un marcado interés por la cultura, rituales y la cotidianeidad de la vida en México, su estilo es por tanto, muy cercano al de la fotografía documental. Tendrá un marcado interés por plasmar en sus retratos la relación entre el hombre y la naturaleza, el individuo y su entorno social y cultural. Refleja en sus obras las costumbres diarias de los individuos que pertenecen a comunidades acercándose también a los ritos de muerte. Se interesa por el conjunto paisajístico, las festividades, las tradiciones de los pueblos, sus modos de vivir, etc.

Pero uno de sus trabajos más destacados es Ojos para volar. Una obra repleta de imágenes captadas por la fotógrafa que hacen muestra de la obsesión que ésta tuvo por la muerte, a causa del fallecimiento de su hija Claudia, que tan sólo tenía 6 años. El pasado día 8 de marzo presentaría este libro en el Centro de Imagen de México, donde daría a conocer por primera vez algunas imágenes estrechamente vinculadas con la muerte.

Este año ha hecho pública también una imagen inédita hasta el momento que fue tomada en 1978, bajo el título Muerte en el cementerio. Fue captada mientras la fotógrafa perseguía el cortejo fúnebre de un bebé para retratarlo, hasta que se dio cuenta de que en el suelo se hallaba el cuerpo de un hombre muerto, en avanzado estado de descomposición pero que guardaba sus vestimentas. Tardó muchos años en publicarla. Esta foto pondría punto y final a la larga obsesión de Iturbide por la muerte.

Hoy, Graciela Iturbide se ha convertido en una fotógrafa de referencia en Latinoamérica y el reconocimiento del que goza en su país, ha llegado hasta el punto de que muchos hayan afirmado que es la mejor retratista de México. A nivel europeo, no podía ser menos, así que la Fundación Hasselbald le ha otorgado el Premio Internacional de Fotografía.

lunes, 3 de marzo de 2008






Alberto García Alix: “Las fotos son los ojos del narrador de un cuento”

Alberto García Alix, el llamado poeta callejero de la fotografía española de las últimas décadas, ha sido elegido para exponer sus obras en la sala Robayera en Miengo (Cantabria), con motivo del 20 aniversario del centro.

El que en 1999 fue el Premio Nacional de Fotografia, pondrá al abasto de las miradas de todo aquél que se acerque hasta Miengo algunos de sus trabajos durante la próxima primavera hasta la llegada del otoño de 2008.
Alberto García Alix es uno de los artistas más consagrados dentro del mundo de la fotografía española. Sus retratos, siempre cercanos a la realidad, han querido mostrar a los ojos del espectador las vidas ajenas de gente normal, de la calle: artistas, bohemios, amigos, familiares, drogodependientes, alcohólicos y otros personajes marginales. Con ello, García Alix, quiere relatar la historia de la gente que vive en la misma época que él, pero en circunstancias distintas aunque, a menudo, paralelas a la suya. Se convierte así en un cronista de esos hechos, tópicos, usos, costumbres y verdades de su tiempo.

Entre sus trabajos más destacados están las portadas de discos de algunos grupos de música españoles. Pero también es conocido por sus retratos que se caracterizan por superar la barrera del desnudo artístico –del que hablábamos en el artículo anterior- y llegar al erotismo, rozando, aunque sin alcanzar plenamente, los límites de la pornografía. García Alix sabe cómo mostrar el lado más natural y cotidiano de los personajes que retrata, porque no los destaca como meros sujetos subyugados al placer carnal. Nos da detalles sobre sus rasgos más personales, y, aunque se adentre en su mayor intimidad nunca vulnera el respeto hacia éstos. Éste tipo de obras sintetizan la metáfora de lo indeseado, lo que muchas veces se prefiere ignorar y apartar de la vida: el oficio sucio, la prostitución. Y en reiteradas ocasiones ha llegado a perturbar al espectador que no queda impasible ante tal mirada transparente hacia una realidad presente en la sociedad, que muchos prefieren mantener oculta.

También recurre al autorretrato en muchas de sus fotografías. Forofo declarado de las motos, de los tatuajes, del alcohol, de las drogas, de la historia y de las mujeres, aparece como un personaje más dentro de su obra. Con las mismas inquietudes, debilidades, fortalezas de cualquier mortal que ha vivido durante los años que pertenecen a su generación. Es para muchos el estandarte de la conocida movida madrileña, aunque según él nunca fotografió la movida porque la vivió y sólo se limitó a narrar lo que para él era “mi pequeño mundo”. Porque para García Alix “las fotos son los ojos del narrador de un cuento”.